"Pero ahora quiero algo distinto. Algo mejor que la historia de las cosas que me sucedieron. Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no. O los sueños."

domingo, 29 de junio de 2014

La mirada de la gente que conspira





_______Hacer historias que valgan la pena cuesta más que la tinta y hoja gastada. Si no pierdes una parte tuya en el proceso, si no sientes que arriesgaste el pellejo, lo que haces no es periodismo.

           Estas fueron las primeras palabras que le dijo Augusto Bracho cuando le ofreció el trabajo. La revista que llevaba Augusto era de las mejores del país y para Moisés era aun privilegio formar parte de la redacción.

            Esa tarde Augusto lucía inquieto, más de lo normal. Tenían toda la semana yendo a varios puntos del puerto. Esta vez se vieron el el puente d'Eduard Maristany. Tenía una excelente vista al Besós, donde se decía que ocultaban la carga de los busques llegados de Montpellier. Moisés sabía que allí estaba su historia. Había hablado con el comisario Moliniére y por lo reacio de que estaba, sabía que los containers perdidos ocultaban algo podrido, incluso dentro de la policía.

              Augusto de acomodaba el sombrero y se despeinaba el bigote.

¿Qué hacemos ahora? Acá no hay nada, deberíamos bajar al muelle sugirió Moisés, aburrido.
¡Esperar! Y mantenernos con los ojos abiertos. Generalmente el error lo comete el que desespera primero así que de aquí no nos movemos bramó, mientras el bigote temblaba con cada palabra.

          Moisés, un tanto molesto, se fue a espiar por los bordes del puente mientras Augusto Bracho no dejaba de mirar de un extremo a otro. Por el lado norte del puente caminaban dos policías que parecían estar en su hora de descanso. Se acercaron e intercambiaron una mirada con Augusto. Moisés se levantó el gorro para saludarlos. Siente un golpe en la rodilla.

          Sin darse cuenta cómo, está en el piso, la madera presionada sobre su rostro y con un frío metálico sobre la sien. Alcanza ver la cara de Augusto, que desvía la vista, mientras se acomoda el sombrero y se peina el bigote.

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