"Pero ahora quiero algo distinto. Algo mejor que la historia de las cosas que me sucedieron. Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no. O los sueños."

lunes, 24 de mayo de 2010

De perdedores y cobardes

Cuando naciste sabía que serías un problema en mi vida. Papá dice que es mentira, que cuando eso sucedió no tenía edad para pensar en esas cosas, pero yo digo que sí, que desde los 5 años cualquiera puede sentir cuando algo malo se acerca.
Naciste en mayo, un mes antes de mi cumpleaños, con cero años de edad ya lograste arruinarme la fecha. Desde el día anterior tenías fiebre, así que papá te llevó a la clínica y pasó la noche contigo. En la mañana cambió de turno con mamá y el día transcurrió entre sala de espera y farmacia.
Durante esos años mi consuelo estaba en que yo podía ir a ese sitio al que tú aún no tenías acceso; el colegio era mi templo, mi lugar de escape de tus gritos llantos y rabietas, pero la paz no me duró mucho. Pronto ya tenías suficiente edad para ir y ahora yo te llevaba de la mano hasta la puerta de tu salón. Bastó que mamá arrancara en la camioneta para que tú comenzarzas con el drama, no pudo ser antes. Ese primer día de clases me tuve que quedar durante dos largas horas allí, esperando que te sintieras suficientemente seguro para estar sin mí.
Todos los días era lo mismo, salía de mi salón e iba al tuyo, no a buscarte, sino a preguntarle a tu profesora si te habías portado bien y a escribir en mi cuaderno las notas que te grapaban en la muñeca a modo de brazalete, pero que tú siempre te quitabas. Luego tenía que buscarte por todos los patios, sacarte del juego de futbolito del que estuvieras metido y arrastrarte hasta la salida donde nos esperaba mamá. Siempre fue igual, incluso cuando las notas-brazaletes se convirtieron en páginas arrancadas de diario escolar y cuando ya era imposible arrastrarte hasta la salida; creciste rápido y en poco tiempo te volviste más alto que yo, pues tú si obtuviste los genes de papá.
Nunca fuiste bueno en el colegio, sin embargo sí desarrollaste una habilidad increíble para el fútbol. Pronto todos se olvidaban de tus notas y comportamiento y admiraban tu talento en el campo, eras casi una estrella.
Tu fama creció entre tus amigos que cada vez te querían menos, pero te atendían más. Fue esa fama la que te sacaba de casa todos los sábado para llevarte de fiesta a embriagarte y a sumergirte en vicios. Fue esa fama la que hizo que te sinitieras inmortal. ¿Suicidio? Jamás lo consideré como una posibilidad. El suicidio es de perdedores y cobardes y tú nunca fuiste ninguna de esas. Fue ese complejo de semidios que todos sembramos en ti el que causó tu muerte.
Papá tenía razón, cuando tenía 5 años no pensaba en los problemas que traerías, de hecho no pensaba en casi nada. No recuerdo cómo era mi vida antes de tu llegada y no sé cómo vivirla ahora que ya no estás. Mi alivio es que de perdedora y cobarde yo sí tengo las dos y pronto llegará el momento en que deje de extrañarte.

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